Marina Abramovic (Belgrado, Serbia, 1946) es, sin lugar a dudas, una de las artistas más importantes del panorama artístico internacional y pionera en el uso de la performance como forma de arte visual, desde comienzos de los setenta. El cuerpo ha sido siempre su tema y su medio. Ha explorado los límites físicos y mentales en pos de la transformación emocional y espiritual. Entre 1975 y 1988, Abramovi? y el artista alemán Ulay colaboraron en varias performances que tratan las relaciones de dualidad. Un año después de separarse, Abramovi? volvió a la performance en solitario. Ha expuesto en las principales instituciones europeas y estadounidenses, como el Stedelijk Van Abbemuseum de Eindhoven (1985), el Musée National d’Art Moderne–Centre George Pompidou de París(1990), la Neue Nationalgalerie de Berlín (1993) o el Museum of Modern Art de Oxford (1995). Asimismo, su obra ha participado en grandes muestras internacionales como la Bienal de Venecia (1976 y 1997) y dOCUMENTA 6, 7 y 9 en Kassel (1977, 1982 y 1992).
Del 6 de marzo al 5 de mayo de 2o13, la Iglesia de la Magdalena de Córdoba acoge, dentro de los actos de la XIII Bienal de Fotografía Córdoba Después del Diluvio, la muestra ‘The Kitchen’ de esta polifacética artista en horario de lunes a sábado, de 10.00 a 14.00 h. y de 18.00 a 21.00 h. Los domingos y festivos estará abierto de 10.00 a 14.00 h.
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Pero todo esto de Marina Abramovic venía porque os quería contar una historia que me ha llegado a través de la periodista Lorena Codes: En los años 70, Marina Abramovic mantuvo una intensa historia de amor con Ulay, del que ya hemos hablado más arriba. Pasaron 5 años viviendo en una furgoneta realizando toda clase de performances. Cuando su relación ya no daba para más, decidieron recorrer la Gran Muralla China, empezando cada uno de un lado, para encontrarse en el medio, abrazarse y no volver a verse nunca más. 23 años después, en 2010, cuando Marina ya era una artista consagrada, el MoMa de Nueva York dedicó una retrospectiva a su obra. Dentro de la misma, Marina compartía un minuto en silencio con cada extraño que se sentaba frente a ella. Ulay llegó sin que ella lo supiera, y esto es lo que pasó. Impresionante el vídeo, sólo se me ocurre una palabra para definirlo, emoción.